lunes, 8 de noviembre de 2010

MIS DÍAS EN PALACIO (IV)


Todos los años, junto con el presidente de Patrimonio Nacional y demás jefes, todos los empleados tomamos la copa de navidad en el Salón de Columnas, salón en el que se firmó el Tratado de la Unión Europea.
Es el momento  ideal para contar chistes y anécdotas, algunas de las cuales os voy a referir. 
El protocolo exige que se cuiden los más mínimos detalles, así que,  para no herir sensibilidades, cuando lo visita algún dignatario árabe hay que sustituir una de las estatuas de bronce —alude a la expulsión de los moros de España— por otra.
La siguiente se refiere también a la visita de otro gobernante, al que se le obsequiaba con un espectáculo flamenco. Se instaló  un tablao, y a la hora de pintarlo, a un operario se le derramaron cinco litros de pintura negra en un extremo de la magnífica alfombra que cubre la mayor parte del suelo. El equipo especial de limpieza se puso en marcha y, trabajando día y noche, en la fecha prevista lució como si nada hubiera ocurrido.
Otra curiosidad —los entendidos en flamenco pueden que lo sepan— es que la bailaora pidió que se vertieran veinticinco litros de bebida de cola por el escenario, para que, una vez seca, no se resbalara al bailar.