domingo, 27 de noviembre de 2011

QUIERO QUE ME QUIERAN ASÍ

 
   Levantó la vista del libro que estaba leyendo y llenaba sus largas horas de hospital, giró lentamente la cabeza hacia la derecha y sus ojos, que no buscaban nada en concreto, se detuvieron en la habitación situada enfrente al otro lado del pasillo. Ambas tenían la puerta abierta. 
   Inclinado sobre la anciana que reposaba en la cama, el joven la acariciaba el rostro, apartando con delicadeza el rebelde mechón blanquecino que le caía sobre la frente. Se inclinó un poco más como si quisiera susurrarla algo al oído. 
   No era adecuado mirar con tanta insistencia, e intentó seguir con la lectura. Imposible, la escena la había atrapado por completo, así que optó por alejarse. Después del paseo por el largo pasillo la escena de ternuras y mimos continuaba, igual que cuando regresó de la cafetería.
   Su mirada era ahora descarada. Con disimulo se acercó a la puerta de la habitación, y preguntó:
-¿Es su abuela?
-No, pero como si lo fuera, mi abuela, mi madre, mi tía, mi amiga... todo, lo es todo para mí.
-Aunque no me oiga, quiero felicitarla, porque para que la quieran así, debe de haber sido una maravillosa y bella persona.
Y pensó, "quiero que me quieran así".