miércoles, 23 de marzo de 2011

REÍR


Dicen que reír es un filón de salud corporal y espiritual, entonces… ¿por qué practicamos tan poco este deporte que apenas requiere esfuerzo? Todo será cuestión de proponérselo.
Para empezar, lo primero que hemos de tener es una buena predisposición. Con ella a punto vamos a dejar bien aparcados (no vale en segunda fila) los problemas, las inquietudes, las angustias, las prisas, etc., de la vida cotidiana, y nos centraremos en algo agradable que, como preludio de lo que se avecina, nos haga sorprendernos a nosotros mismos con una leve sonrisa.
Algo que a mí personalmente me da muy buenos resultados, es recordar alguna situación graciosa que me haya sucedido, y con la cual me reí largo y tendido. Evocar cosas buenas de nuestra existencia siempre es agradable, y si además sirve para provocar nuestra risa, mejor que mejor. Una de esas anécdotas que siempre me provoca no sólo la sonrisa, sino también la carcajada, es la siguiente:
En una ocasión acudí a una clínica para recibir varias sesiones de acupuntura. Era verano y la hora de la sobremesa, así pues, tumbada en la camilla, con el estómago lleno y la música de fondo, el sopor se adueñó de mí, e irremediablemente, después de que la enfermera cerrara la puerta tras de si y me dejara sola, me sumí en un profundo sueño. Transcurrido el tiempo de la sesión, la enfermera entró de nuevo en la sala. Desperté sobresaltada sin saber donde estaba, me asusté, y de un brinco salté de la camilla echando a correr. La enfermera no sabía lo que pasaba, pero al verme a mí, hizo otro tanto, y ambas corríamos despavoridas de un lado para otro por los pasillos de la clínica sin saber porqué. En un determinado momento, al cruzarnos, nos paramos en seco la una frente a la otra, nos miramos fijamente a los ojos y sin mediar palabra, entendimos al instante lo que había provocado aquella situación ridícula. Nos sonreímos, de la sonrisa pasamos a la risa y de la risa a la carcajada imparable, tanto es así, que nuestros esfínteres, impotentes ante tanto trabajo presentado de improviso, estuvieron a punto de abandonaros. ¡Menos mal que no te había puesto las agujas en la planta de los pies!, dijo.
Cuando rescato de mi memoria estos momentos, veo con nitidez el respingo que pegué, y a las dos huyendo espantadas de un enemigo incorpóreo que provocó en nosotras un pánico irracional, y siempre acabo riéndome sola como una tonta. Comienzo con la sonrisa de labios cerrados, abro las puertas a la sonrisa abierta, paso después a un imperceptible ¡ja, ja!, y termino (como ahora) con una casi interminable y relajante carcajada. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ...!
¿Y tú, has sonreído al leerlo? Si es así estás en el buen camino. Este es uno de mis métodos para desconectar cuando los problemas me acorralan, pero haber hay mucho, sólo es cuestión de que cada uno encuentre el suyo, y... ¡a reír, que la vida es hermosa!