Hola, desconocido:
No sé muy bien como nombrarte, así que te llamaré Metro. Quizás Roberto o Javier —que son dos nombres que me gustan mucho—, sería más apropiado, pero te he bautizado Metro porque es el lugar donde mi sino se cruzó contigo.
Te explico, Metro, el sentido de esta extraña carta. Tienes la culpa de que después de mucho tiempo con la libido en barbecho, se haya roto la invariabilidad de mis días de destierro voluntario, y despertado la Eva que dormitaba en mí, regalándome unos momentos golosos.
Esta mañana cuando monté en el tren para ir a trabajar, mi estrella quiso que me pudiese acomodar en un asiento, y, al levantar la mirada del libro que iba leyendo, mis ojos toparon con tu figura de hombre que, sentado frente a mí, y ajeno a las féminas que mariposeaban a tu lado, también leías. Me quedé suspendida del ejemplar de macho que eres.
Con ojos de lujuria contemplé despacio tu moreno natural —no de playa ni de rayos uva—, tu cutis rasurado en el que apenas se dibujaba una perilla mínima expresión —las perillas no me gustan, pero a ti te sienta muy bien—, y las tempranas briznas blancas que se perdían en tu corta, pero abundante, cabellera negra.
A través del pantalón oscuro con una fina raya vertical ocre —mismo color de la camisa y los zapatos—, adivinaba tus consistentes muslos. ¿Tendrán bello? me pregunté. Quiero imaginar que sí, no me gustan las piernas depiladas en un hombre.
Centrado en la lectura, de vez en cuando te mordías distraídamente los carnosos y apetecibles labios, y deduje que estabas inmerso —así me lo pareció por lo que apenas veía de la portada del libro— en el fantástico mundo de una novela.
Quedé desarmada cuando te vi pasar con suavidad la hoja, y antes de continuar leyendo, deslizar despacio tu varonil mano por ambas páginas, como queriendo asegurar que las letras no se escapasen de ellas. Siempre me han gustado las manos grandes en un hombre, y siempre me ha fascinado el contraste entre una figura fornida que, en ciertas circunstancias puede parecer fiera, y la delicadeza de sus gestos, sobre todo cuando se trata de acariciar a una mujer. ¿Cómo trabajarán tus manos? ¿Serán expertas o torpes? Expertas, seguro que sí —me dije—, repletas de placeres secretos, y especialistas en pasear y recrearse en el cuerpo de una hembra.
El libro permanecía abierto en mi regazo, no podía dejar de mirarte, mis ojos abrazados a tu figura, abonaban mis pensamientos sin pudor. Azogada, un calorcillo interno me colonizaba por dentro, y la sensualidad se me colaba por los poros de la piel.
Estaba segura de que sentías el roce de mi mirada, y de que de un momento a otro al levantar tus ojos del libro, se cruzarían con los míos y leerías el mensaje no escrito. ¿Lo entenderá? pensé. No tenía duda, mi seductor alfabeto visual nunca me había fallado.
Así lo hiciste pasados unos minutos, y descubrí que tus párpados envolvían dos formidables parterres verdes.
Después del cruce de nuestras miradas —que sólo duró unos segundos—, tu cabeza giró hacia la derecha. Estación de Gregorio Marañón, sobresaltado corriste hacia las puertas a punto de cerrarse.
Me quedé feliz con mi humedad, con la esperanza de encontrarte otro día para regalarte esta carta, y con el sueño de que mis fantasías contigo se hagan realidad.
Hummmmmmmm¡¡¡¡ Simplemente delicioso Emi. Cada día te superas y vuelves a superarte al siguiente día y así uno tras otro, uno tras otro...
ResponderEliminarEl relato es perfecto, sugerente, sensual...`pero al mismo tiempo elegante, educado, exento de lenguaje soez...
Con todas las características de un buen relato y un precioso final abierto a la imaginación.
Otra vez me he sentido protagonista dentro de tu narración y las sensaciones,como mujer que soy, que quieres que te diga, me han gustado mucho...
Me encanta ¿me crees verdad? Piensa ante todo en que soy transparente Emi, siempre podrás mirar a través de mi y ver lo que hay en mi interior.
Muchos besos.
Ali.
Magnífico texto. Muy bien vertebrado, con chispa e ingenio; a un tiempo dulce, picante y no exento de sal.
ResponderEliminarY económico...¡Ya no tengo que comprar la moto! Jajaja.
Saludos cordiales.
Que disfrutes de un fin de semana agradable.
Tu amigo, Metro ochentaitrés.
Precioso texto, muy bien narrado que sabe atrapar al lector a la primera....con el la fantasía
ResponderEliminarestá servida.
Un abrazo y gracias por compartir.
Valla, una lectura muy entretenida.
ResponderEliminarsaludos
¡Qué raro!
ResponderEliminarel caso es que la descripción concuerda exactamente conmigo, pero no recuerdo haber cogido el metro últimamente.
Incluso ando muy cerca de Gregorio Marañón.
En fin. Será cuestión de recordar...
¡Ja, ja, ja, ja!
Magnífica historia, Jara.
Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSEIS HAIKUS PARA UNA AMIGA:
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I)
Jara es mi amiga
y yo le doy las gracias
¡Está en mi vida!
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II)
El blog de Jara
refresca mis días,
¡es mi ribera!
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III)
Mis ojos ayer
se emborronaron
por un recuerdo...
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IV)
Volví a leerte
y una sonrisa
nació en mi mente.
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V)
Quiero tenerte,
entre la poca gente
que me convence.
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VI)
Tu "Calambuco"
mi alma embrujó,
sin ningún truco.
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Nunca en mi vida había escrito "haikus", ayer me estuve informando y quiero que esta primera media docenita sean para mi querida Emi.
Ali.
Muy buen relato Jara, tienes una increíble chispa para rodear de magia tus letras.
ResponderEliminarUn abrazo, que pases un feliz día del amor
HAY QUE SEGUIR ESCRIBIENDO EN LAS PAREDES Y EN DONDE SEA... PARA RELAJARNOS Y OLVIDAR UN POCO LAS RUTINA Y LOS PROBLEMAS NO?.
ResponderEliminarHACER UNA CATARSIS.
BESITOS
Hola, Ali, ya no sé, aparte de gracias, que contestar a tus comentarios, a todos tus halagos.
ResponderEliminarReferente a los haikus a mi se me dan bastante mal, me parecen, al igual que las greguerías muy difíciles. Pensar que te has estrenado conmigo es todo un honor.
Besos
Mi respuesta: Salvo alguna execpción, que confirma le regla, mi norma en no regalar el oído de nadie, si lo que leo o veo no me gusta. Como tampoco se trata de hacer daño, en todo caso me callaré; pero decir que me gusta algo que no me gusta lo veo absurdo. Y contigo voy a ser dura y crítica, porque se que es lo que deseas que haga. Pero de momento, en Calambuco, no leo mas que cosas que me agradan, hasta el punto de que las releo varias veces, asi que...
ResponderEliminarBesitos.
Gracias, Pasto, por seguir comentándome, aunque yo no te haya correspondido en la misma medida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias también a ti, Isabel, por visitar mi casa y leerme.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Jota Ele, yo no he dicho que lo que he escrito sea de hace poco ¿Por qué no buscas en tu memoria cuando fue la última vez que cogiste el metro?, a lo mejor coincide.
ResponderEliminarAbrazos.
Miuris, discúlpame, hace días que no te visito. Gracias por seguirme.
ResponderEliminarBesos.
Muy buen texto y viendo tu calidad y calor en la escritura me gustaria echaras un vistazo a un relato erotico que escribi para mi blog, tal vez es algo mas burdo pero bueno me comentas si te apetece que tal lo viste
ResponderEliminarhttp://dalecalor.blogspot.com/2011/02/la-chica-del-metro_09.html