viernes, 15 de octubre de 2010

OBSERVANDO A LOS COMENSALES (SONETO)

Después de a tres platos hincar el diente,
y con el estómago bien preñado,
toca el momento del aseado,
de su eficaz máquina moliente.

Un simple palillo le es suficiente;
hurga que hurga de uno y otro lado:
lo saca, lo mira, y una vez chupado,
de nuevo a la tarea, ¡qué es urgente!

¡Quia!, se le rompió el útil de trabajo;
opina que el dedo es apropiado
y vuelve a la faena con destajo.

Limpio, re que te limpio y bien lustrado,
(eso cree el pobre e infeliz operario)
decide, que por fin, ha terminado.