he vagado por las paredes de mi casa,
he tenido la visita del aire nuevo,
de la luz nueva y vieja de cada día,
me han saludado mis muebles,
mis libros y mi ordenador
con los que he tenido grandes disertaciones,
el frigorífico me ha regalado agua fresca y alimentos
que el gas me ha ayudado a cocinar,
el suelo ha cantado y contado mis pasos,
la cama me ha mecido y acunado mis sueños,
y el teléfono respetó el silencio.
Mi amiga “soledad” no habla.