domingo, 31 de octubre de 2010

MIS DÍAS EN PALACIO (II)

Es fácil perderse en Palacio, está lleno de habitaciones que se comunican, escaleras, pasillos, armarios, puertas y puertecitas, por lo que a un mismo lugar se puede acceder por distintas escaleras y pasillos.
Al poco tiempo de empezar a trabajar me dice un compañero que  lleva más de veinticinco años en Palacio: “voy a la cuarta planta, a reprografía, ¿quieres venir conmigo?, así vas conociendo y familiarizándote con las peculiaridades del edificio y con los colegas”. Yo encantada.
 A la vuelta decidió volver por un recorrido distinto del de ida. Después de franquear varios pasillos y despachos, terminamos en el lugar de partida. Repetimos la operación, y lo mismo. Regresamos por donde habíamos venido.
El primer despacho al que me destinaron en la primera planta, fue en su día el vestidor de Alfonso XIII, que todavía conserva las puertas en madera labrada  del armario (ahora se utiliza como archivo). Observé que el fondo del mismo coincidía con una pequeña puerta, no mayor que una ventana, situada cerca de una de las escaleras de salida.
En las películas y novelas cuando dos amantes furtivos se citaban, yo no podía evitar pensar: “les van a pillar, les van a pillar, no deben arriesgarse tanto”, pero no les pillaban. Viendo los recovecos de Palacio lo comprendí.
Es un lugar en el que, si se es dado a soñar, la imaginación puede perderse.