lunes, 14 de marzo de 2011

VIDA ENCLAUSTRADA




Solitario claustro donde la belleza creada por las expertas manos del hombre se aburre de soledad, porque apenas hay espíritus que se sublimen contemplándolo, ni ojos que se pierdan hipnotizados por tan exquisitas filigranas. Pasillos del claustro donde habrán brotado y madurado, para quedarse después flotando en el ambiente, deseos mundanos, deseos lujuriosos de la carne no satisfechos, que vagan por todas las estancias del convento igual que fantasmas.
Almas sin juicio ni culpa, encarceladas de por vida, y con ellas todos sus sueños y quimeras.

Cuando trabajaba en Palacio tenía en el despacho enfrente de la mesa, un cartel grande  del claustro del Real Monasterio de Santa Clara en Tordesillas. Lo miraba muchas veces, y me ponía a imaginar  como sería la vida dentro de sus paredes. Pensaba especialmente en las mujeres de la nobleza, que, porque convenía que así fuera y sin ellas quererlo, fueron encerradas en conventos, algunas desde niñas.