sábado, 15 de enero de 2011

LA CONCIENCIA HABLA



Mi querido cuerpo, llevo un rato gritando a tu puerta, no te extraña ¿verdad? Estoy harta de llamarte día tras día y de que no me contestes, así que hoy he decidido aporrearla, y no pienso dejar de hacerlo hasta que me escuches. Lo he intentado todo: una nota de ligero mareo, varios faxes de dolor de cabeza, un e-mail con virus digestivo, y hasta un telegrama urgente de amago de infarto. Pero tú, como siempre, columpiándote en un precipicio.
¿Recuerdas esas velas de cumpleaños que, aunque las soples cincuenta veces, nunca se apagan?, pues así voy a ser yo, esa llamita obstinada a la que no podrás apagar por mucho que lo pretendas. 

 ¡Lo ves!, tengo razón, sigue, sigue con la botella, que ella te va a ayudar a solucionar tus problemas, y, como el tabaco es un alimento natural para tus bronquios, fúmate otra cajetilla más, y otra, y otra… Ahí los tienes, tus dos mejores amigos, siempre a tu lado, ¿no te das cuenta de que esas raposas consiguen que cada vez me tengas mas hipotecada? Miope, que eres un miope, ¿acaso no ves que estás agarrado a una cuerda sujeta de la nada? 
 No te quejes, cuerpo, de que tienes una indigestión de soledad, ni de que ningunos ojos vigilantes te acarician y te leen la mirada, sólo tú eres el culpable, no se lo achaques a otros.
Silencio…
Lloras… eso está bien, llora todo lo que quieras, no me importa que me inundes, así lloraremos los dos. Llorar es bueno, afloja y descarga la desazón.
Ahora estampas la botella contra la pared, mejor todavía, ya has roto un eslabón de la cadena, continua así, y después, échalos todos al fondo del mar y quédate conmigo, porque entiende, cuerpo mío, que yo sin ti no puedo vivir, porque sin ti no soy nada.
Anda, amado cuerpo, lávate la cara como te has lavado el alma, y toma un poco de leche que hay en el frigorífico.
¿Qué te parece si nos vamos a dormir un rato? Estoy segura que mañana lo verás todo de un nuevo color, pero no te confíes, porque yo, que sí que te amo, estaré siempre al acecho.