Constantemente oímos decir a los entendidos que tenemos que hablar con nuestros hijos, que la comunicación y el diálogo son muy importantes. Pero… ¿cómo hacerlo cuando ellos no quieren? Mi hija, de carácter fuerte, fue una adolescente un poco precoz, y pasó por todo lo que tienen que pasar a esas edades. Llegó un momento en el que mantener una conversación razonable era imposible. Pasé casi de la noche a la mañana, de ser todo su mundo, a ser su enemiga.
Mi preocupación era grande, aumentada, además, porque tenía nuevas amistades no muy recomendables. El miedo a que se torciera definitivamente, me hizo buscar la forma de comunicarme con ella, y encontré un método que fue efectivo. Cuando la situación era muy tensa y fácilmente se podía llegar al grito y a decir algo de lo que más tarde ambas nos arrepentiríamos, optaba por dejar pasar el momento, y después le dejaba una nota encima de su cama. Pasado un tiempo de reflexión, ella me contestaba con otra que dejaba encima de la mía. Después, a veces, terminábamos conversando hasta altas horas de la noche.
Ahora es una persona independiente, trabajadora y familiar. Compruebo con satisfacción que no todas mis enseñanzas cayeron en saco roto.
Haciendo limpieza en su dormitorio de soltera, encontré una de esas notas, y el hecho de que la haya conservado, es para mí señal inequívoca de que surtieron el efecto deseado. Transcribo parte a continuación.
Tú y yo, y a veces los abuelo, formamos una familia, pequeña, eso sí, pero al fin y al cabo una familia. En ella, todos los miembros de la misma, tienen sus derechos y sus obligaciones; normas que han de cumplir para que haya una armonía.
Como parece que últimamente te has olvidado bastante de tus obligaciones y sólo recuerdas los derechos, me permito darte a continuación una lista de sugerencias:
— Comer y cuidarte la salud. Es una obligación principalmente hacia ti.
— Estudiar, sacar adelante el trimestre y el curso. Recuerda que si lo haces te doblo la paga.
— No llegar tarde. Durante los días laborales me gustaría encontrarte en casa estudiando cuando llego de trabajar.
— Que me trates con respeto, no te estoy pidiendo cariño, sólo respeto.
— No me mientas, es una de las cosas que más odio.
— No faltes a clase cuando te venga en gana, y por supuesto, no falsifiques después los justificantes.
— No me cojas dinero, ni me sises, tomar lo que no es tuyo es un defecto muy feo. Si necesitas más dinero para tus gastos, ya sabes lo que tienes que hacer.
— Recupera tu dignidad. Tenías una bonita y gran personalidad, recupérala y enriquécela con las experiencias vividas.
— Recoge tu habitación. Eres un ser humano civilizado, no un animal que vive en una pocilga.
— Trata con respeto a los abuelos, discúlpales sus fallos, se comprensiva y flexible con ellos.
— Por último, no olvides nunca que soy tu madre, no tu enemiga, y que nadie te va querer y se va a preocupar tanto por ti como yo.