Ayer, se consumó tu traición,
se me quebró el cántaro
donde saciaba mi sed,
y se apagaron mis ojos de charol.
Y pensaba…
si ya no me quedan fuerzas
y no tengo mirada,
¿cómo y dónde voy a beber?
Hoy me he concedido una bula,
dejé de rumiar mis congojas
y me sorbí las lágrimas
que mullían mi desconsuelo.
Se me relajaron los humores,
y al final...
casi sin saber como
se me quedó el ánimo despreocupado.